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viernes, 9 de noviembre de 2007

LA PUTA DE BABILONIA- Fernando Vallejo- Colombia



Vallejo, destacado escritor colombiano en esta narración de o mejor dicho contra la iglesia, el cristianismo, los papas, los evangelios, Pedro, Pablo, Juan, María y etc., pues nadie se salva, nos asombra con su relato de la miseria humana, sexual, podredumbre letal, los crímenes de la iglesia católica. La palabra irreverente, para señalar a Fernando Vallejo, es la menos indicada, pues no hablaría yo de rebeldía ante los escritos de un autor inflamado de odio, resentimiento, enfermo de rabia. Enfermo de incontenible odio, sería lo adecuado. Sin duda no podemos negar los múltiples crímenes que se hicieron en nombre de Dios. La historia y esta narración, que se basa en investigaciones del autor, que suponemos serias, nos informan muy bien al respecto. Nos asombra esta ira que lo mueve, esta rabiosidad interna que paradojalmente puede asimilarse perfectamente (y no caemos en error), a la rabia de los hombres de la antigua iglesia de Dios, la de antaño. ¿Se habrá contagiado Vallejo, al tener conocimiento de tanta barbarie?

Es la pregunta que surge, luego de calmar algo el pasmo, la incredulidad que navega por nuestras pupilas y párpados que no dejan ni por un minuto de pestañear ante la verborrea de Vallejo. Hace gala de un lenguaje que golpea, remece. ¿Qué espíritu puede mover a un hombre para escribir sin piedad alguna? La ignorancia no está ausente en este intelectual colombiano. En tiempo de Cristo dejaron de hacerse sacrificios humanos. Con el cristianismo mueren las historias del antiguo testamento y nace el nuevo. En los evangelios (y todo hombre y mujer culto debería saberlo), se utilizan las analogías, semejanzas y las parábolas, metáforas, comparaciones. Así aclarado, cuando Cristo dice: “Coman de mi cuerpo y beban de mi sangre” no señala que se deba comer la carne humana se refiere a comer el cuerpo que simboliza el pan de vida eterna, tampoco enseña a que tengamos que beber sangre, la sangre de hombre o mujer, sino beber la sangre que derrama en la cruz por el perdón de los pecados, de los creyentes, y que el vino, (sólo el vino) simboliza en la misa, rito católico o culto evangélico. Si Vallejo se permite una crítica feroz a la iglesia debe estar dispuesto a recibir la misma ferocidad con la verdad que entrega el espíritu de Dios que habita en todo hombre y toda mujer que le ha recibido en la intimidad de su casa. Salvo, que dudo que quien tenga el conocimiento de lo que significa ser cristiano le vaya a responder de la misma forma: desenfrenada, irracional, insultante, grosera y grotesca.

No es una primicia que la historia del cristianismo y de la Iglesia siempre ha sido materia de encolerizadas y recurrentes controversias, específicamente en lo que concierne a las barbaries cometidas en el pasado. Los monstruosos crímenes perpetrados por la denominada santa inquisición, las sangrientas cruzadas y el cuestionable papel del clero en la conquista de América, respaldan las tesis de los críticos e historiadores revisionistas.

En nombre de la fe y de Dios, la Iglesia envió a miles de disidentes a la hoguera, bajo la acusación de brujería y herejía. Esa imputación ­subjetiva y genérica­ intentó justificar los execrables crímenes y abusos a los derechos humanos de los que se tenga memoria.

Cierto, Vallejo destruye algunos mitos y en algo se puede concordar, pero no en la tremenda animadversión hacia la iglesia. Nadie puede arrogarse la verdad. La iglesia no puede. Y Cristo no dice en sus enseñanzas, los evangelios, que la tenga alguna institución en el globo terráqueo, dijo según los apóstoles: “Mi reino no es de este mundo”. Ninguna estructura hecha por el hombre puede tener la verdad absoluta. La verdad es de Dios. Y mejor que sea sólo de Dios, pues con cuanto amor nos mira cada día y con cuanta sabiduría nos deja forjar nuestro propio camino. Los seres humanos somos incapaces de tal amor, los acontecimientos a diario lo muestran y demuestran. El destacado intelectual, premiado escritor, Vallejo, tal como la iglesia católica, tampoco posee la verdad. La experiencia y los golpes enseñan que todo es relativo pues las circunstancias, las culturas, los seres humanos evolucionan. Por tanto lo que fue verdad antes hoy puede no serlo. O derechamente ya no es.

Por mi parte, yo no recomiendo este libro. Ya existe demasiado odio en el planeta.

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