No logré tener la familia perfecta. ¿En qué fallé?
Descubrir el por qué de este infructuosa lucha, pareciera ser el tema central de la novela, al menos es lo que la pluma de Simonetti nos revela en las primeras páginas. Leemos la historia de Julia, mujer chilena, descendiente de italianos, de setenta y siete años, Recuerdos, relatos de cada uno de sus hijos, de su vida como mujer culta e inteligente en una sociedad machista que le impide el desarrollo como persona. Como consecuencia de su época, su destino y opción, uno sólo: casarse y tener hijos.
Julia comienza a escribir sus memorias luego de saber que le quedan en el mejor de los casos unos ocho meses de vida. “No deseo pasar por el final que me espera –dice al comenzar su narración–. Los doctores me indicaron un tratamiento de quimioterapias para vivir un par de años en condiciones razonables. La sola mención de esa palabra insípida me llenó de molestia. ¿Quién más que yo podía juzgar lo que era ‘razonable’? Tendida en la aparatosa cama de la clínica, les exigí que me precisaran su significado: la sensación en el cuerpo, los efectos secundarios de la terapia, el dolor, la independencia para moverme, cuánto tiempo de conciencia despejada, los principales indicios de la muerte cercana, incluso pedí que me relataran cómo sería el final desde el punto de vista de mis hijos”. Julia recuerda a su madre, que también murió de cáncer, y decide que no quiere que sus hijos tengan que pasar por lo que ella pasó: “de mi madre aprendí que uno también muere para los demás”, dice.
Julia siente que ya ha vivido toda una vida y que aquello que no hizo, ya no lo hará. Decidida a afrontar el tiempo que le queda sin aferrarse mediante tratamientos que la llevarían a un final más lejano pero mucho peor, trata de explicar a sus hijos (y a los médicos) que sólo quiere irse. Pero hay algo que aún le queda por hacer antes de partir: cada uno de los días que le quedan lo dedicará a escribir la historia de su vida.
Toda la narración está desarrollada en tres tiempos que transcurren en paralelo, se entremezclan y se enredan. Simonetti transita con habilidad entre estos tres períodos de la vida de Julia: el que va de su infancia en la casa de sus padres, inmigrantes italianos, hasta su matrimonio con Alberto; el que repasa su vida al lado de ese hombre hasta su muerte y su relación con sus cuatro hijos; y el tiempo presente de la narración, que va reflejando el avance de la enfermedad hasta su propia muerte. Este viaje se va desarrollando sin que los pasos entre uno y otro tiempo signifiquen nunca una ruptura: nos encontramos con una historia que destila fluidez.
Mientras Julia va recordando su historia personal, contándonos lo que ha vivido, experimentamos las transformaciones que van sufriendo sus ideas sobre la familia y sobre la vida.
Hay instantes que emocionan: cuando su hijo Andrés, el menor de todos, rompe a llorar porque su padre no lo deja hablar en la mesa familiar, o cuando su hija María Teresa, díscola y rebelde, anuncia que se casara con el hombre prohibido, o cuando ella, Julia, madre ejemplar, acude a escondidas de su marido a esa boda, o cuando se pelea con su amiga Sara, profesora de piano, o cuando revela con angustia su incapacidad de gozar en la intimidad con su marido, o cuando aprende a perdonar a su padre después de tantas heridas y también a Oriana, la amante de su padre, a cuyos funerales acude con generosa sabiduría, pero especialmente, y creo que lo memorable de la novela se produce cuando su hijo Andrés le confiesa llorando que es homosexual y ella lo abraza con una ternura proporcional a la desolación.
Pero todos los esfuerzos de Julia fueron inútiles. No pudo impedir el distanciamiento de su familia. Y con este hecho, la novela plasma la derrota del amor ante el orgullo, la rebeldía, el egoísmo del ser humano y a su vez, nos relata la incondicionalidad del amor materno, y en este punto nos llega en forma profunda, sensible.
Nos muestra la capacidad de sumisión, tolerancia y paciencia de las mujeres de su época, la de nuestras madres, dominadas por el hombre, prisioneras de sus deseos y caprichos, una vez más la narrativa registra las normas de una sociedad hecha por hombres, para el reinado de los hombres.
En cuanto a los otros temas de la novela, nos encontramos con el engaño, la hipocresía y la mentira siempre presentes en la sociedad chilena junto a la discriminación, pero es el desamor el que prevalece y sobrevuela como ave rapiña y clava sus garras no sólo en la familia de Julia sino en Chile o latinoamérica o en el planeta, porque ¿Quién no aceptaría a un hijo homosexual?
Tres tiempos para una historia, narrada en primera persona, voz de mujer, en un tono que se mantiene equilibrado sin esfuerzo, de la mano de Pablo Simonetti.
Ingrid Odgers Toloza
Otro de sus intereses ha sido la defensa de los derechos ciudadanos de las minorías sexuales, especialmente a través de sus columnas y comentarios de prensa.
En 2005, la Editorial Planeta reedita Vidas vulnerables, con la inclusión de dos nuevos relatos, alcanzando diez mil ejemplares vendidos en Chile en menos de un año, todo un récord para un libro de cuentos.
Acaba de entregar su última novela La razón de los amantes
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